La restitución de la percepción
El mundo ya no es mundo sin una imagen. Todo lo que existe parece tener de inmediato su duplicación espectral en una imagen, casi siempre con sonido. Hay imágenes en movimiento en todos los espacios posibles, abundan en las casas, en los subtes, en los estadios de fútbol, en los monitores de los científicos, en los teléfonos, en los respaldos de los aviones, en las calles. Donde se mire hay imágenes. Por eso es pertinente preguntar sobre la naturaleza de las imágenes y asimismo por la distinción entre tipos de imágenes.
¿Qué es una imagen cinematográfica? He aquí un problema mayor, que se desatiende porque la praxis se impone y detenerse a pensar no conviene ni ocasiona plusvalía. ¿No es la imagen hoy la mercancía por antonomasia? Pero la imagen cinematográfica, por su propia historia, lucha por no ser asimilada a una mercancía. Resiste.
En este contexto y bajo este marco teórico (y político) ha sido concebida la retrospectiva completa de Pablo Mazzolo. Adjudicarles la noción de experimental a sus películas no es incorrecto, pero sí impreciso y acaso reduccionista. Cualquiera de sus películas restituye el poder inmediato de una imagen cinematográfica. Y no solamente porque sus cortometrajes son en fílmico, sino porque sabe muy bien que hay una transacción entre cámara y mundo, entre percepción y encuadre y entre el ojo y el objetivo. Sobre tal clarividencia hay que añadir que tampoco le es indiferente la naturaleza sonora del cine. En sus películas puede haber o no sonido, pero cuando algo suena no proviene de un capricho o de un horror al silencio. Ceniza verdad o Conjectures son pruebas de esta última afirmación.
Poder pasar las películas de Mazzolo en el formato original es mucho más que una exigencia cinéfila. Es también permitir que los ojos de muchos confronten por primera vez la materia visual y sonora antes de su devenir digital. En este sentido, el foco en la obra de Mazzolo será casi una práctica espiritista de invocación del cada vez más espectral siglo XX. (Roger Koza)