Dir. Dziga Vertov
URSS, 1934
La militante mistificación de la figura de Lenin como una especie de deidad paterna y eterna es tan indudable como la maestría artística de Vértov, capaz de transformar un tractor en una figura que rivaliza en belleza con un jardín pletórico de flores o de capturar la dignidad de los rostros como pocos cineastas. Dividido en 3 capítulos en los que se entiende por qué el estadista fue rotulado como liberador de los oprimidos, se siente la tristeza de las masas por su muerte y se exhiben las certezas de su legado invencible, el film transmite en su inconmensurable vehemencia una mentalidad ya perimida con respecto a la credulidad y a la función de la imagen como sostén de ella. El primer capítulo, el menos proselitista, permite conocer el impacto bolchevique en el mundo musulmán, y en particular el nuevo espacio simbólico para la mujer. Un aerolito cinematográfico. (RK)