Retrospectiva Edgardo Castro

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Los desobedientes

Castro ama el cine, vive para él, aunque no imaginó en sus inicios como intérprete que un buen día iba a dejar de estar solamente frente a cámara para poder estar también detrás. Castro no estudió en una escuela para ser director de cine, pero sí aprendió el oficio trabajando con algunos y observando cómo lo filmaban a él. El paso de actor a director no fue premeditado, más bien nació de una necesidad de plasmar una experiencia de verdad que solamente él podía filmar. La noche es lo que es porque su propia vida se desborda frente a cámara y se hace ficción y es él quien puede reorganizarla en un registro que dista de ser la transcripción inmediata de un conjunto de actos practicados con regularidad ligados al sexo. En sus películas, el Castro detrás de cámara no es exactamente el mismo que está frente a esta. El enigma del cine de Castro se cifra en una operación estética infrecuente por la que algo que sí pertenece al orden de lo real y que no se ha imaginado primero en papel se reconvierte en otra cosa, no del todo distinta pero tampoco igual, por lo que las aventuras sexuales de un hombre, una celebración familiar o el encuentro de un hombre y una mujer en una cárcel ya no pueden verse como una constatación frente a cámara de lo real porque el universo cinematográfico que les imprime el realizador es incongruente con la transparencia o la mímesis. ¿Cine de ficción? ¿Cine documental? ¿Cine híbrido? Probablemente lo primero sí, pero por una vía tan singular que todo lo que se quiere retener de la no ficción no se evanece del todo en un juego de la representación inclinado a la ficción. (Roger Koza)