El hombre que sabía filmar sentimientos. Un diálogo con Pablo García Canga.

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Existe una vetusta forma de referirse a la relación que se establece entre el pensamiento y los sentimientos. El pensamiento se asocia a la razón, los sentimientos, a las pasiones. Esa epistemología del sentido común presupone una división del trabajo (en el interior) del Yo, también, según sea la posición asumida, una prioridad y una preeminencia entre las pasiones y la razón. Todo esto no es más que un vocabulario aprendido que dificulta pensar en cómo alguien puede reconocer un sentimiento y hallar una palabra que lo precise y determine.

Si resulta arduo reflexionar acerca de cómo una palabra y un sentimiento se corresponden, más todavía le exige esta materia a un cineasta, que debe no solamente observar la relación entre la palabra y el sentimiento, sino que tiene también otras variables que resolver ante la potencia de la cámara, que recoge la postura y el movimiento del cuerpo, las expresiones del rostro, el juego que puede establecerse entre el espacio, los colores y un estado de ánimo.

Pablo García Canga ha demostrado en sus cortometrajes conocer el secreto de cómo filmar sentimientos. Con una ligereza no exenta de una elegancia circunspecta, puede transmitir una gama de variaciones mínimas acerca de la experiencia anímica de un personaje sin recurrir a la explicitación y menos todavía al énfasis. Un delicado. (Roger Koza)