Querido Orson: acabo de ver su película Touch of Evil y sólo puedo decirle que estoy fascinado; soy argentino y acá, en mi país, se tituló Sombras del mal pero esto es un detalle menor. El caso es que la había visto hace unos años y en una pantalla de tv -aunque le cueste creer esto- y recién hoy pude verla en una copia de 35 mm, una copia que un importante crítico de cine norteamericano llamado Jonatahn Rosenbaum ayudó a montar según sus indicaciones enviadas a la Universal en ese texto de 58 páginas redactadas por usted luego de ver una sola vez el film pero que nunca recibió respuesta. La aclaración del 35 mm. es porque ya no se filma más en ese formato sino en algo llamado digital, mucho más barato pero con distinta textura de imagen: En fin, no lo quiero aburrir con esto ni tampoco abundar en detalles acerca de que el cine que usted conoció no existe más como tal, que sus films son un referente fundamental al momento de pensar un cine por fuera de los formatos pre establecidos, y que difícilmente, por poner sólo un par de ejemplos, encontremos hoy contrapicados o planos secuencia como los filmados por usted -aunque no todo es tan negro y todavía existen cineastas imaginativos y audaces dialogando con la historia del cine. Le escribo desde un pequeño pero potente festival internacional de cine, donde se pueden ver films de latitudes distintas, largometrajes y cortometrajes, y en un día usted puede ver un film brasilero llamado A Vizihanca do Tigre que pone en escena la cotidianeidad de un grupo de jóvenes de un barrio marginal vecino a Belo Horizonte, sacándolos del contexto delictivo del tipo “roban y matan porque son pobres” de algunos films brasileros recientes y centrándose sobre todo en los juegos y en la música que inunda casi todas las horas de estos adolescentes sin trabajo y sin estudios absolutamente fuera del sistema y de las oportunidades, ficticias o no, que puede brindarles, lo cual no significa retratarlos de manera paternalista. Su realidad es dura y no parece haber una salida posible a este estado de cosas. Su realidad es la realidad de su país por fuera del espíritu del carnaval y las postales de las playas plagadas de turistas bailando alegremente al ritmo de la samba brasilera for export. Los últimos planos del film son un grupo de skaters vestidos con remeras y pantalones sin marca alguna, deambulando por las calles del barrio mientras se escucha el triste sonido de una armónica. Suficiente con esto. También le cuento que en este festival existe un programa de radio de dos horas de duración en el cual tratamos de poner en escena su espíritu o como se lo quiera llamar; algo así como hablar rigurosamente pero sin solemnidad, amorosamente pero sin empalagos. A veces nos sale y otras no tanto pero siempre lo intentamos. No todos podemos tener su genio, querido Orson, aunque nos gustaría. Tal vez mañana pueda escribirle nuevamente aunque tengo una cita con un film de John Huston esta noche (¡también en 35 mm.!) y no puedo prometerle nada. No sé muy bien dónde se encuentra usted pero sí puedo decirle que su cine, a pesar del espectáculo, sigue y seguirá con nosotros mientras existan este tipo de festivales, mientras exista aquello que aún llamamos cine. Con afecto y admiración -y un toque de pudor.
Fernando Luis Pujato